miércoles, 13 de abril de 2016

La Historia del País del Escorpión

"Sólo me interesa la gente que está loca: loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, que nunca bosteza sino que arde." (Jack Kerouac)

Nunca imaginé que una picadura pudiera doler tanto. Al principio pasas por una fase de incredulidad, ¿cómo es posible que una parte tan pequeña como el dedito del pie pueda causar tan terribles dolores?, luego vomitas, tiemblas, crees que te desvaneces mientras el cuerpo se cubre de una fría capa de pegajoso sudor, y solo puedes pensar, por favor, que me lo arranquen.
Fue un escorpión, y sucedió durante un idílico paseo por la playa después de cenar, o por lo menos eso es lo que me dijo la gente cuando vieron mi cara desencajada y un puntito sangrante morado entre los dedos de los pies. Un maldito escorpión filipino.

Estamos en Port Barton, un minúsculo pueblo paradisíaco al que se llega tras conducir entre tres y cuatro horas por una serpenteante pista de tierra. Como es de suponer, aquí no hay atención médica ni nada parecido. Pero en esta ocasión la suerte está de nuestro lado. Se suceden unos minutos de caos y confusión en la playa, mientras unas mujeres me aplican un torniquete en la pierna con una toalla y una suerte de mejunjes pastosos en el pie, un chaval de no más de doce años me sube en su motoreta y me dice “clinic Ma’am”.  Allá vamos, no tengo elección, me fío del crío.
Pues resulta que sí, hay un consultorio de enfermería, normalmente sólo abre hasta las cinco, pero por alguna bendita razón, esa noche estaba abierto. En este minúsculo cubículo que hace las veces de salita, comedor y clínica hay una enfermera y otra chica, me sientan en una silla y en un inglés bastante chapucero me hacen entender que sí ha sido un escorpión y que en principio no me voy a morir, pero me va a doler una barbaridad.
Yo me retuerzo y lloro a lagrimones, pido a gritos algo para el dolor, sólo hay paracetamol y algo de anestesia local. El pobre Jordi aguanta estoicamente mis pellizcos y mordidas. Mientras, la enfermera intenta, sin éxito, pincharme cortisona intravenosa. No sé si es porque ella está incluso más nerviosa que yo o porque estoy sudando como un auténtico cerdo, pero vamos, que yo tengo unas venas espléndidas y al tercer intento se rinde y decide directamente enchufármela intramuscular.
El dolor no hace más que aumentar, engullo con avidez el paracetamol pero al instante lo vomito. En esas vuelve a aparecer en escena el chiquillo de la motoreta, me aferra con fuerza sobrehumana el pie mientras la enfermera tiene a bien infiltrarme la picadura con anestesia local. Bendita y maravillosa anestesia local. La vida se vuelve de color de rosa en menos de un segundo, que sensación tan maravillosa. Efectivamente, me explica que en Filipinas no existen escorpiones venenosos, pero que duelen como un demonio. Por fin, respiro aliviada. Qué mal trago!.
Tras el numerito inicial paso a la sala de “observación”, un cuarto con un par de camas cubiertas con llamativas colchas no precisamente limpias donde van cayendo con una rítmica cadencia escarabajos desde el techo. Comparto habitación con una decena de dragones devoradores de mosquitos y con una rana que se pasea parsimoniosamente por la sala.
Por primera vez desde el inicio de los acontecimientos, ya menos dolorida y sin temer por mi integridad, contemplo mi alrededor, miro a Jordi y ninguno de los dos podemos reprimir un ataque de risa. Menudo historión.

 Playa de Port Barton
Port Barton
Sala de observación

Además, esta aventura me sirve para introducir el post, haciendo un símil bastante acertado con el sistema sanitario en Filipinas: humilde y escaso, pero con una enorme voluntad y una buena dosis de humor.

Porque humor es lo que nos les falta a los filipinos, siempre se están riendo. Y es que Filipinas no es un país, es una amalgama de más de siete mil islas, donde se hablan al menos 170 lenguas diferentes. Colonizados durante tres siglos por los españoles y posteriormente por los Estados Unidos; azotados por tifones, huracanes y tornados cada dos por tres, en una fase de desarrollo rápido y atropellado,  totalmente desequilibrado y desigual.... Con semejante panorama no me extraña que se tomen las cosas con calma, resignación y cachondeo.
Y es imposible no contagiarse de tal ambiente cuando además los filipinos hablan su complicadísimo e incomprensible idioma en el que se intercalan palabras de origen castellano. Así pues, durante los días de evaluaciones, aprendo que resfriado en filipino se dice “trancaso”, niño mocoso “sifón”, fiebre “calentura”, callejuela lo traducen como “esquinita”... Y muchas otras perlas que van soltando entre construcciones y palabras incomprensibles.

Horario de oficina

Filipinas es el país del mundo con mayor incidencia de labio leporino. Cuando preguntas por las razones cada cual te contesta una respuesta diferente, todas igual de válidas o de inconsistentes, dependiendo del punto de vista.
Los fertilizantes con los que se trata el arroz, la elevadísima natalidad carente de control gestacional, deficiencias nutricionales, las relaciones entre dos personas ambas portadoras de malformaciones faciales...
No estoy segura de cuál es la razón más cierta, lo que que es evidente es que hay una barbaridad de niños con labio leporino. Nunca había visto tantos y tan complejos. Será una misión intensa.

Día de evaluaciones

Finalmente los días de cirugía se transcurren tranquilos sin ningún incidente, tanto es así que si se añadieran unas copas, el quirófano parecería un guateque.
La cuestión es que el hospital sólo nos cede dos quirófanos más bien tirando a pequeños, en los cuales tenemos que meter cinco mesas quirúrgicas, y así queda, tres en una sala y dos en otra.
Soy del equipo afortunado, me toca en la sala de tres. Si nos ponemos a sumar: tres anestesistas, tres cirujanos, tres instrumentistas, dos circulantes y varios espontáneos, la suma es un montón de gente apiñada en un mini quirófano atiborrado de material, instrumental y cables por todas partes, donde para moverse de un lado a otro tienes que saltar, reptar, esquivar obstáculos y escurrirte entre los bultos. Una mezcla entre ratonera y pista de aplicación del ejército.
Si a todo esto le añadimos que en la misma sala se junta gente de al menos seis  nacionalidades diferentes intentando entenderse, buena música de ambiente, risas y voces y el atronador ruido de fondo de tres aspiradores funcionando a la vez, es lo menos parecido a los tranquilos y apacibles quirófanos donde acostumbramos a trabajar en casa. Se aproxima más a una jaula de grillos.
Y ahí está parte del encanto, en el barullo, en tener al compañero tan a mano que alargas el brazo y allí lo tienes, ayudarte hasta en las tonterías más sencillas, contagiarte de la incansable risa de los filipinos, y todo esto sin dejar de hacer las cosas como toca.


Nicole y Niño
("Niño" es el nombre de este niño)



Equipo de anestesia y pediatría

Masajistas voluntarias que hacen el día mas llevadero

Y terminamos la misión de la mejor manera posible, con una borrachera épica, de garito en garito devorando la noche filipina. Es curioso cómo llegas a dominar otros idiomas con dos copas de más, parece que todos fuéramos políglotas. Quizá si una cámara lo grabara todo desde fuera, la mayor parte de las conversaciones parecerían diálogos entre besugos, pero en ese momento se crea una conexión que deriva en una verborrea sin fin, vamos que si uno se pone domina hasta el ruso, oye.

 30kg de atún para celebrar que todo ha salido bien

Día libre en el parque acuático

Al día siguiente cogemos el avión hasta Manila, luchando contra la resaca y maldiciendo los dos últimos chupitos de la noche. Allí me encontraré con Jordi, que viene de estar con otro de los equipos en una isla diferente, y desde la capital emprenderemos un viajecito, con la intención de descubrir otro rincón de este arrecife sin fin.
Pocos días después, mientras recorremos pueblos pesqueros e idílicas playas, sufrimos el percance del escorpión, con el que empieza esta historia. Después del susto, el dolor y el picor, el viaje sigue, regalándonos paisajes de ensueño y nuevas experiencias para explicar, haciendo crecer cada día más la sed insaciable de nuevos destinos y aventuras.  



PAISAJES de FILIPINAS

3 comentarios:

  1. Clerus!!! Cada vez me gustan más tus post! Qué alegría que los escorpiones sean dolorosos y no venenosos...

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  2. Les fotos són espectaculars i el relat fa que un es treslladi fins allà i visquis les sensacions... Felicitats Clara

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  3. El percance quan es viu és una cosa i quan es recorda és una altra de millor; m'ha agradat molt aquest capítol de la vostra vida! A per més!!! Una abraçada molt gran guapíssims*

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