"Muévete, y el camino aparecerá" (Proverbio Zen)
Un día me siento delante del ordenador, sedienta de ideas, me quiero ir, pero no sé dónde ¿África? Sería un buen plan. Busco nuevos proyectos de cooperación, cosas diferentes, nuevas ONGs, otra gente... Así pues, abro Google y escribo en el buscador: “cooperación médica África”. Aparecen mil entradas, voy abriendo una por una, y definitivamente hay una que llama mi atención; África Avanza, médicos solidarios con Cabo Verde. ¿Cabo Verde? ¿Exactamente, dónde está eso? No me lo pienso, les escribo un correo, “me gusta vuestro proyecto, ¿necesitáis anestesistas?”. A ver que dicen.
Un día me siento delante del ordenador, sedienta de ideas, me quiero ir, pero no sé dónde ¿África? Sería un buen plan. Busco nuevos proyectos de cooperación, cosas diferentes, nuevas ONGs, otra gente... Así pues, abro Google y escribo en el buscador: “cooperación médica África”. Aparecen mil entradas, voy abriendo una por una, y definitivamente hay una que llama mi atención; África Avanza, médicos solidarios con Cabo Verde. ¿Cabo Verde? ¿Exactamente, dónde está eso? No me lo pienso, les escribo un correo, “me gusta vuestro proyecto, ¿necesitáis anestesistas?”. A ver que dicen.
La respuesta no se hace esperar, el mismo día
unas horas después recibo una llamada, es Iñaki, el presidente de la
asociación. Parece que conectamos bien, me explica la política de la asociación
y la esencia del proyecto, y me propone hacerme voluntaria, no lo dudo,
adelante. Siempre me ha gustado guiarme por impulsos e intuiciones, y esto me
da buen rollo.
África Avanza es una ONG joven pero muy
activa, de origen bilbaíno, tan solo lleva funcionando dos años y ya han
realizado ocho desplazamientos, en todos los casos al mismo lugar; Hospital de
Sal, Isla de Sal, Cabo Verde. Me pregunto como surgirán este tipo de
asociaciones, y cuando Iñaki me lo explica lo veo claro y evidente. Como todos
los grandes planes, un grupo de amigos alrededor de unas cervezas, una idea
descabellada, mucha ilusión y muchas
ganas.
Me proponen participar como anestesióloga en
el desplazamiento de febrero. Será un poco experimental, la primera vez que irá
un traumatólogo y una médico de familia, confirmo asistencia. Ahora a preparar
el viaje.
Es día seis de febrero, en Barcelona hace un
frío que pela, ha nevado en la ciudad. Desde aquí embarco para Lisboa, y allí
en el aeropuerto me encuentro con el resto del equipo. Somos pocos pero hacemos
mucho ruido. Iñaki es el coordinador, Edurne la oftalmóloga, Javier el trauma,
y su mujer Idurre es enfermera de quirófano, Esther la médico de familia y yo.
Nos disponemos a pasar las doce horas de escala haciendo turismo por Lisboa.
Debe ser una especie de castigo divino, como
nos vamos a tierras cálidas, nos toca aguantar todo el día un frío y un agua
incesante. Al fin para la lluvia, cae la noche y nuestro avión despega con
destino a la Isla de Sal.
Llegamos a nuestro destino tarde, es de noche,
nada más bajar del avión ya se nota, el aire es cálido y huele a mar.
Originalmente estas islas fueron descubiertas
por los portugueses en el siglo XV, que las convirtieron en un centro de trata
de esclavos. Estratégicamente situadas, fueron escala de navíos que cargaban
esclavos hacia América, hasta la misma abolición de esta práctica a mediados
del XIX.
La isla de Sal estuvo deshabitada hasta el mil
ochocientos y poco, no había agua dulce, como su nombre indica, aquí todo era
salado. Fue este mismo condimento lo que hizo florecer en ella la industria de
explotación de las enormes minas de sal que poseía, y con esto llegó la
población.
Antiguas salinas
Despertamos tarde a la mañana siguiente y nos
regalamos un desayuno de elefante. Estamos alojados en un macro complejo
hotelero, no sería mi elección para unas vacaciones pero los dueños de la
cadena nos alojan como donación, y desde luego todo son comodidades.
Después de varias idas y venidas al bufet y
con la panza bien llena nos vamos al hospital. Antes de trabajar hay que
conocer el lugar, a su gente, revisar los equipamientos y comprobar que todo
esté listo para empezar.
Nos recibe Carla, la directora del centro, en
un portugués rápido pero más o menos comprensible, nos da la bienvenida y nos
invita a conocer las instalaciones.
Cargada de orgullo, nos conduce a la sala de
video-conferencias. De repente nos vemos trasladados a la Clínica Mayo de Nueva
York, pantallas gigantes, ordenadores, cámaras de última generación,
telemedicina de tecnología punta. Un lugar de contrastes.
Pese a que el resto de instalaciones no siguen
la línea de la super contemporánea sala de conferencias, me quedo gratamente
sorprendida, es un hospital pequeño pero muy digno. En este lugar la carencia
es más de personal sanitario que de instalaciones.
Hay dos quirófanos, son amplios y poco
dotados, pero creo que nos arreglaremos. En uno el respirador no funciona, y en
el otro sí. Este es en el que intervienen ellos generalmente. No trabajan bajo anestesia general prácticamente
nunca, se arreglan con una raqui y una fuente de oxígeno.
De la cuestión anestésica se encarga Miguel,
cubano, tiene sesenta y pico años,
técnico de anestesia y “movedor del cotarro” del área quirúrgica. Un
tipo peculiar, con un carisma caribeño indiscutible me explica más o menos todo
lo que necesito saber. El resto lo dejaremos al azar y a la improvisación.
En un alarde de tenerlo todo bajo control me
dedico a investigar todos los cajones y recovecos del área y a enchufar todos
los aparatos. Por un momento cunde el pánico, el segundo respirador no se
enciende. Utilizo todos los trucos que aprendí en casa cuando la tele no se
encendía (desenchufarla y enchufarla, unos golpecitos cariñosos, soplar en las
ranuras...), y finalmente se oye el
silbidito y se encienden todas las luces. Funciona, estamos salvados.
El día siguiente es domingo, como buen país
católico apostólico es día festivo, el hospital solo abre para las emergencias,
así que ni queriendo podemos trabajar. Aprovechando que hace un sol radiante
nos vamos a pasear kilómetro tras kilómetro de playa hasta el pueblo de Santa
María. El embarcadero está en plena ebullición, acaban de llegar los barcos
cargados de peces y mariscos. Todo el mundo colabora, hay que limpiar el
pescado, sacar escamas, vender el que se pueda y el que no salarlo rápidamente
para que no se eche a perder, aquí poca gente tiene nevera.
Seguimos paseando hasta llegar a un
chiringuito playero de revista, después de la caminata saboreamos una cerveza
bien fría, de esas que entran solas y que te hacen sentir que eres actor del
anuncio del verano de Estrella Damm.
Embarcadero de Santa María
Gimnasio caboverdiano
Tras un espléndido domingo recargador de pilas
cogemos el primer día con muchas ganas. Javier pasa visita a los pacientes de
la lista de traumatología que se había confeccionado antes de que llegáramos,
Edurne se da cuenta de que el microscopio con el que contábamos para operar
cataratas no es válido para esto. Esther se desespera en consultas por la
barrera idiomática, con Idurre me encargo de intentar poner a punto los
quirófanos, algunos aparatos funcionan, otros no... La energía con la que
veníamos se esfuma poco a poco. Es lunes, nadie dijo que los inicios fueran
fáciles. Cansados y algo desubicados volvemos al hotel, mañana será otro día y
seguro todo rodará más fácil.
Valoración de pacientes
El martes día diez de febrero de 2015 podremos
marcarlo en el calendario de la historia caboverdiana como el día en que se
realizó la primera artroscopia de rodilla en la Isla de Sal. Estamos muy, pero
que muy orgullosos.
Primera artroscopia en la Isla de Sal
Después de esto cogemos carrerilla, cirugía
tras cirugía y consulta tras consulta,
la semana se va desarrollando. Nos encontramos con bastantes baches y
tropezones, incluso alguna zancadilla, pero siempre nos arreglamos. Si no es
con esparadrapo es rebuscando material olvidado en armarios polvorientos, si no
se entiende el criollo, buscaremos algún cubano dispuesto a traducirnos, cuando
la mesa de quirófano casi se nos desmonta en las manos con paciente incluido
encima, echamos mano de la fuerza bruta y del trabajo en equipo, ¡todos a
empujar!, si el respirador se apaga le damos a mano. Y si no, como dijo Iñaki,
echamos unos capotes y de una forma u otra, todo sale.
Aprovechamos una de las tardes para visitar la
asociación Cha de Matias. Es una especie de centro social para niños y
adolescentes de la calle. Aquí les ayudan con los deberes de la escuela, les
dan clases de baile, de capoeira, de idiomas... el trabajo de este gente es
increíble. Con poquísimos medios hacen maravillas. Cuando llegamos está el
grupo de los pequeños preparando el carnaval, bailando como locos siguiendo al
profesor. Llevan el ritmo en las venas.
Revisión oftalmológica de los niños de Cha de Matias
Visita a la asociación
El viernes nos dedicamos a recoger todo el
aparataje, recomponer las cajas para llevarlo todo de vuelta a Bilbao. Cuando
todo está listo y las consultas terminan, nos vamos todos en equipo a brindar y
a comer en condiciones, nos lo hemos ganado. Cuando nos disponemos a pedir la
segunda cerveza, Iñaki recibe una llamada a su teléfono, hay una urgencia de
trauma. Ale, ni cerveza, ni café, ni nada. Nos viene a buscar la carrinha
(especie de minibús) del hospital, a desempacar de nuevo las cajas y a
currar.
El paciente en cuestión es un chaval que en
vez de coger el cuchillo de cortar pan por el mango lo ha cogido por la hoja,
lo que le ha supuesto unos profundos cortes en dos dedos con tendones
seccionados incluidos. El chico, además de sus cortes, lleva unos cuantos
litros de “grogo” (destilado local) en el cuerpo, hasta el punto que articular
palabra le pilla justo. No pasa nada, hay que operar y se operará.
De nuevo, superando los incidentes que se
presentan, y con la ayuda de las mejores colaboradoras todo sale rodado y con
un poco de rehabilitación podrá mover los dedos sin mucho problema.
Ahora sí empacamos esperando no tener que
volver a desmontar, y definitivamente nos damos un buen homenaje. Hasta arriba
de atún fresco y vinho verde. Después de la suculenta cena nos tomamos unas
copas y de cabeza a la noche caboverdiana, es el último día y como tal, lo
damos todo. Por esta noche nos sentimos Michael Jackson, los reyes de la pista
de baile, compitiendo con los morenazos bailarines locales, nadie nos chista,
es cuestión de actitud.
Vuelta a casa, un buen montón de experiencias al saco y sobretodo unos excelentes amigos con los que repetir trabajo y bailes hasta el amanecer.
Vuelta a casa, un buen montón de experiencias al saco y sobretodo unos excelentes amigos con los que repetir trabajo y bailes hasta el amanecer.
Más sobre la asociación: http://africaavanza.org
Más sobre la misión aquí.
PAISAJES de CABO VERDE
Enhorabuena Clara. Me hubiera encantado participar en este desplazamiento solidario a la Isla de Sal.
ResponderEliminarBlanca.
Ay Clara!!! Me has hecho vivir un poquito de tu experiencia, gracias por compartirla!!!!
ResponderEliminarAy Clara!!! Me has hecho vivir un poquito de tu experiencia, gracias por compartirla!!!!
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