miércoles, 1 de julio de 2015

El Sueño Indígena

“Tenemos que obligar a la realidad a que responda a nuestros sueños.” (Julio Cortázar)

Hoy es martes, y hará dos semanas que llegamos a San Cristóbal de las Casas. Igual que tantos otros días, vamos temprano al hospital. La imagen es familiar,  madres, abuelas y hermanas quienes muy dignas cargan sus bebés, envueltos en grandes pañuelos y atados a sus espaldas,  como si fueran crisálidas. Padres que vigilan de forma despistada a los niños más mayores, mucha gente y mucho alboroto.
Se palpa una importante diferencia con los primeros días, donde había ansiedad, miedos y dudas ahora hay orgullo y alegría.
Se cumplen ya varios días desde que los niños fueron operados, y hoy es la valoración postoperatoria. Yo nunca había asistido a tal evento, dado que normalmente y llegados a este punto, los anestesiólogos ya no somos necesarios, por lo que  casi todos los voluntarios se han vuelto a casa. Pero en esta ocasión, aprovechando que he alargado unos días la estancia por estas tierras, visito el hospital y aprovecho para echar  una mano si es necesario.
Además, Jordi llegó hace unos días, vamos a hacer un viajecito por la región, pero antes de marchar quiero que vea con sus propios ojos lo que hacemos y lo que tantas veces le he contado.





El circuito es sencillo y rápido, el niño llega, se le hacen unas cuantas preguntas sobre la evolución de su intervención, cura de la herida, control por el cirujano, foto finish y a casa.
Aunque a todos los niños siempre les tratas igual, en cada misión siempre hay uno del que te enamoras. Sin razón especial, sabes que de repente es tu niño favorito. En este viaje, yo tengo un amor a primera vista con un tal Angel Tadeo, regordete y manso, de mirada calmada y pelo de punta. De esos niños que te dirigen la mirada y parece que te conozcan.
Cuando estás metido en la vorágine de la semana quirúrgica no piensas más en ello, “que niño más mono, que suerte que se haya podido operar”, también piensas “ probablemente no lo volveré a ver”. Pero esta vez es diferente, estamos aquí de vuelta. En seguida lo busco entre la multitud y no me cuesta encontrarlo. Vestido con una camisetita roja que le va un poco pequeña, saliéndole la panza por bajo  y con esa misma cara de empanado, ya casi ni se le nota la cicatriz. Me quedo sin palabras.

Revisión por el cirujano



Revisión y foto finish


Fotografiando mientras Jordi distrae al niño

Ángel Tadeo

Aunque parece que la gente se haya vestido de fiesta para venir al hospital, los complicados ropajes de las etnias tsotsil y tseltal son su uniforme habitual, tanto dentro como fuera de sus aldeas. Ellas lucen el pelo, larguísimo y negro como el carbón,  trenzado con cintas de colores entre los cabellos. Las trenzas les llegan más allá de la cintura, y a más de un niño le sirven como asa para no perderse de su madre.
Los vestidos son muy diferentes, no sé de qué poblaciones son característicos cada uno. El más lucido por todas, y que personalmente a mí más me impresiona es el de algunas mujeres tsotsil, que se visten con una enorme piel de cordero negro sin curtir. Se la enrollan a la cintura a modo de falda y lo complementan con una especie de corpiño de color apagado. Algunos hombres se colocan también una piel de cordero, en este caso blanca, que ajustan a la cintura con un pequeño cinturón.





Es mi cuarto viaje a México, pero de entre todos los anteriores, nunca había quedado tan impresionada como cuando llegué a Chiapas.
Como en todas las misiones de Operation Smile, empezamos el jueves con dos días de valoración de pacientes. Cuando llegamos al hospital lo primero que sorprende es que todo está escrito trilingüe, en español, tsotsil y tseltal (completamente incomprensibles para oídos europeos). Casi todos los pacientes y padres  van vestidos con las ropas tradicionales, inclusive los niños pequeños. A la hora de examinarles y hacerles un pequeño interrogatorio, necesitamos de unos chavales que rondan por la sala, los traductores. Brazalete azul tsotsil, brazalete rojo tseltal. Las valoraciones son lentas, pero poco a poco vamos avanzando.
Todos huelen de manera particular, al principio lo percibes de refilón, pero al rato se convierte en un olor familiar. Leña quemada. Pregunto por qué, y la respuesta es evidente, ¿Cómo no van a oler así, si cocinan con hogueras dentro de casa?

Hospital de las Culturas, San Cristóbal de las Casas



Trilingüismo





Valoración preanestésica

A veces nos quedamos atascados con algún paciente, las historias que explican son para no dormir.
Una niña se tapa vergonzosa la boca con la mano, con su labio leporino primario y sus quince años, prácticamente no ha salido de su casa. No puede ir a la escuela porque está deformada, así que se dedica a fregar platos desde los seis años. Nos cuenta que cuando come lo hace contra la pared, así nadie puede verle la boca.
Casos como el de Rubén, que pese a ser mestizo su piel es extremadamente blanca, tiene 25 años y tampoco ha ido a la escuela, las poquísimas veces que sale de su casa lo hace tapado con una mascarilla.
Sin entrar en más reflexiones, es un buen momento para ser consciente de la injusticia y de que sin duda,  la determinación geográfica marcará nuestras vidas.

El territorio de Chiapas tiene mucho de especial. Marcado por la presencia de la selva y  cuna de la cultura maya. De tradición agrícola y rural, sus habitantes son indígenas arraigados con una fuerte personalidad que los diferencia de otras regiones. Esta zona del país es una de las que más sufre el bajo nivel de desarrollo.  Los abusos contra los pueblos indígenas y la fortísima desigualdad social, generaron un conflicto larvado que  salió a la luz el 1 de enero de 1994, con el levantamiento zapatista, que pese a estar parcialmente silenciado los últimos años, perdura  hasta el momento.

Después de las valoraciones y un pequeño respiro el fin de semana, el lunes comienzan las intervenciones, cinco mesas,  cinco niños  por mesa, cinco días de cirugía.  Quitando los que se anulan porque enganchan una gripe o similar, se operan entre veinte y veinticinco pacientes al día.
Los días se suceden sin demasiados problemas. Los pacientes son fuertes, pese a que muchos de ellos están algo desnutridos. Durante el día, la sensación en algunos momentos, es de cadena de producción masiva. Niño entra, anestesia, cirugía, recuperación, a la planta, y así sucesivamente.
A veces es necesario relajar un poco, dejar de lado el cansancio y la concentración, obviar que llevas días despertándote a las cinco de la mañana, olvidarte de las atroces indigestiones y diarreas. Parar la maquinaria y disfrutar del momento, volver a pensar en la suerte que es poder vivir estas cosas, aprender de cada lugar y de sus gentes, sentirte por un momento parte de sus vidas y ellos, parte de la tuya.


Día de ocio

Cocodrilos chiapanecos en el Cañón del Sumidero

Las chicas de Valle



Celebrando Sant Jordi

Así, una semana después, en el postoperatorio, cuando ya se paró la maquinaria de producción, de maremoto pasamos a  calma chicha, cuando ya ha habido tiempo para asimilar y disfrutar realmente este proyecto. Ahora sí, plenamente enamorada ya de este lugar, que incluso antes de venir se dibujaba en mi mente como misterioso, selvático, rebelde y atractivo, pongo el broche final a la misión. Hasta aquí el trabajo. Ahora toca empezar a planear el viaje, unas semanas más para poder indagar en la zona.
Me despido de los niños, las familias y los compañeros, un último paseo por el hospital, un pequeño momento de contemplación, y un adiós especial a Angel Tadeo, el niño de mis ojos.

 Ángel Tadeo, antes y después

 Familia orgullosa

2 comentarios:

  1. Me encanta!!! Experiencias lindísimas, pero sobre todo personas extraordinarias!!!

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  2. No me canso de leerlo, y todavía me chispean los ojos con Ángel Tadeo.

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