viernes, 27 de febrero de 2015

La Segunda Parte


Después de tres semanas en casa ya me vuelvo loca de ganas por viajar. Misma secuencia, aeropuerto y larguísimas horas de espera, esta ocasión la escala es la ciudad de Orán, diez horas. El destino es el mismo, hospital de Bol.la, Sáhara Occidental. Quién dijo que las segundas partes nunca fueron buenas se equivocaba, las segundas partes no son ni buenas ni malas, son básicamente diferentes.

En esta ocasión el proyecto depende de la asociación “Solidaris amb el Poble Saharaui de Sabadell”. Desde hace unos años, se forma una comisión médica de cirugía general con personal del Parc Taulí y del Hospital General de Catalunya, que trabaja conjuntamente con una ONG de Granada. Este viaje, la comitiva catalana la formamos tres personas: Joan Bonfill, el cirujano; Montse, enfermera y mujer de Joan, y yo.
En el aeropuerto nos está esperando Jatra, el director de las comisiones médicas extranjeras, que tras alguna negociación para que no nos den mucho por saco con las maletas, nos lleva directos a Bol.la.

Hospital de Bol·la

La luna del desierto

Llegamos a casa de Rossana de madrugada, pero ella está despierta esperándonos. ¡Qué alegría volver a verla! Nos saludamos precipitadamente, un fuerte abrazo de reencuentro y nos vamos rápido a dormir. Montse y yo a una de las habitaciones de chicas, hay otras dos personas durmiendo, una parece una niña ¿quienes serán? No deja de tener su punto emocionante, es como cuando eras pequeño y te ibas de colonias, compartir ronquidos, soplidos y empijamarte con gente que nunca antes habías visto.

Ya por la mañana se producen las presentaciones oficiales, los granadinos están un poco cansados, ellos ya llevan trabajando una semana, además la comisión ha sido azotada por una gastroenteritis y pocos se han salvado. Llegaron hace siete días durante los cuales han pasado visita por todas las wilayas y han ido seleccionando pacientes para confeccionar el programa quirúrgico que llevaremos a cabo durante las próximas dos semanas. Curiosamente no hay tantos pacientes como otros años. No está claro si eso es una buena o una mala noticia, ¿quiere decir que el nivel de salud de la población ha aumentado y se controla más la patología?, ¿o que la difusión no ha sido la suficiente?
Es cierto que tampoco ha habido mucha suerte con la meteorología, tormentas de arena, mucho frío y varios días de intensa lluvia han complicado las visitas.
La gente del desierto está acostumbrada a la aridez, la lluvia les trastoca, no es algo con lo que se encuentren habitualmente.

Tras conocer al grupo de Granada por fin podemos identificar a nuestras compañeras de cuarto, una es Chiara, cocinera italiana de pelo corto, despeinado y mucho desparpajo. Ayuda a Rossana en la casa durante todo el mes. La otra no es una niña pero casi, se llama Warda, tiene  17 años y es saharaui. Va envuelta en melfas de mil colores, arrastrando por la casa sus muletas, gritona y de risa fácil. Warda nació con un problema en las piernas y fue operada en Italia, ahora pasa un tiempo en casa de Rossana.

Warda y yo

Desayunamos tranquilamente y directos a quirófano. Además de visitar pacientes la comisión de Granada se ha ocupado de montar y organizar los quirófanos, así que nosotros llegamos a mesa puesta, todo un lujo.

Inauguramos el proyecto con dos colecistectomías que nos ocupan toda la mañana, los pacientes que debían intervenirse por la tarde no han venido, así que aprovechamos para descansar y dar un paseo por los alrededores.


Pacientes intervenidas


Los saharauis no están acostumbrados a dormir sobre una cama 



Durante toda la primera semana se repite la misma secuencia, colecistectomías, hernias y algunas cositas menores. Y casi cada día falla algún paciente. No lo terminamos de entender.
Uno de los primeros días vamos a Bujador, es el único campamento donde no se había pasado consulta, así que nos instalamos y visitamos. De ahí sale algún paciente más para completar nuestro programa quirúrgico. Cuando terminamos aprovechamos para dar una vuelta, visitamos la escuela y la guardería. Los niños se vuelven locos con nosotros, extranjeros raros, que además tienen caramelos.

Pacientes esperando para ser vistadas

Consultas en Bujador. Joan y el traductor valorando una paciente

Campamento Bujador


La escuela y el patio



Por suerte, en este segundo viaje al Sahara, las condiciones de seguridad han mejorado y tenemos muchísima más libertad para poder pasear, visitar las wilayas, hacer algunas compras, e incluso hacer pequeñas excursiones para buscar rosas  del desierto. Aún así, es muy curioso que cuando llevas caminando unos cien o doscientos metros, de la nada te aparece un 4x4 cargado de tíos con kalashnikovs para vigilarte, incluso uno de los días vinieron montados en un tanque. No deja de ser pintoresco.


Nuestros vigilantes

Aprovechando esta pequeña manga ancha de libertad, y que los saharauis son hospitalarios y en ocasiones agasajadores, tenemos la ocasión de ir a casa de alguno de los trabajadores del hospital como invitados.
Es muy curioso conocer cómo viven realmente ellos, son extremadamente familiares y les encanta reunirse todos alrededor de un té. Les gusta ofrecernos locales y copiosas comidas, que compartimos con los hombres de la casa. Las mujeres comen aparte, solo se mezclan con nosotros para agradecernos la visita.


Pese a que comparado con otros países árabes, la situación de la mujer en la RASD es más libre, aún podemos ver esas grandísimas diferencias a las que nosotros, occidentales, no estamos acostumbrados.
El pueblo saharaui fue nómada hasta bien entrado el siglo XX, mientras el hombre marchaba a buscar pastos con los animales, la mujer quedaba a cargo de todo el campamento. La jefa de cada asentamiento era una mujer, y quedaba encargada de que a ninguna familia le faltara nada. Esta tradición se mantuvo durante el periodo de guerra, ya que los hombres iban a luchar mientras ellas regían los campamentos. Además, desde el gobierno del Polisario, se promovió una política de aumento de la natalidad, si había alguna manera de volver a su tierra, era ocupándola, y ahí la mujer era la gran protagonista. Cuantos más, mejor. Había que parir, y mucho. Esta tendencia perdura aun, y la mujer que no puede o no quiere concebir no es bien vista por la sociedad.
Actualmente ocupan algún cargo de poder y todas tienen acceso a estudios.
A mí personalmente, como mujer occidental, no deja de sorprenderme el hecho de no poder compartir la comida con la mujer de la casa porque por ella debe hacerlo en otra sala.


 Trabajo en el hospital

El equipo médico

Seguimos con nuestro trabajo en el hospital. Intervenimos a todos los pacientes que podemos, algún espontáneo y alguna consulta médica en la casa. Paseos al atardecer, increíbles puestas de sol. Y así, poco a poco, llegamos al día de la vuelta a casa.

Este viaje ha sido diferente, más tiempo para pensar y reflexionar, más paisajes, fotos de revista, nuevas amistades y nuevas experiencias. Para mí, lo mejor, la gente. Volver a tratar con Rossana, las largas partidas de cartas, las trampas de Warda, y sobretodo, Joan y Montse. Hemos sido un trío de película.

 Noches de Rummikub


Joan y Montse


PAISAJES del DESIERTO