“Tenemos que obligar a la realidad a que responda a nuestros sueños.” (Julio Cortázar)
Hoy es martes, y hará dos semanas que llegamos a San Cristóbal de las
Casas. Igual que tantos otros días, vamos temprano al hospital. La imagen es familiar, madres, abuelas y hermanas quienes muy dignas
cargan sus bebés, envueltos en grandes pañuelos y atados a sus espaldas, como si fueran crisálidas. Padres que vigilan
de forma despistada a los niños más mayores, mucha gente y mucho alboroto.
Se palpa una importante diferencia con los primeros días, donde había
ansiedad, miedos y dudas ahora hay orgullo y alegría.
Se cumplen ya varios días desde que los niños fueron operados, y hoy es
la valoración postoperatoria. Yo nunca había asistido a tal evento, dado que normalmente
y llegados a este punto, los anestesiólogos ya no somos necesarios, por lo que casi todos los voluntarios se han vuelto a
casa. Pero en esta ocasión, aprovechando que he alargado unos días la estancia
por estas tierras, visito el hospital y aprovecho para echar una mano si es necesario.
Además, Jordi llegó hace unos días, vamos a hacer un viajecito por la
región, pero antes de marchar quiero que vea con sus propios ojos lo que
hacemos y lo que tantas veces le he contado.
El circuito es sencillo y rápido, el niño llega, se le hacen unas
cuantas preguntas sobre la evolución de su intervención, cura de la herida,
control por el cirujano, foto finish y a casa.
Aunque a todos los niños siempre les tratas igual, en cada misión siempre
hay uno del que te enamoras. Sin razón especial, sabes que de repente es tu
niño favorito. En este viaje, yo tengo un amor a primera vista con un tal Angel
Tadeo, regordete y manso, de mirada calmada y pelo de punta. De esos niños que
te dirigen la mirada y parece que te conozcan.
Cuando estás metido en la vorágine de la semana quirúrgica no piensas
más en ello, “que niño más mono, que suerte que se haya podido operar”, también
piensas “ probablemente no lo volveré a ver”.
Pero esta vez es diferente, estamos aquí de vuelta. En seguida lo busco entre
la multitud y no me cuesta encontrarlo. Vestido
con una camisetita roja que le va un poco pequeña, saliéndole la panza por bajo
y con esa misma cara de empanado, ya
casi ni se le nota la cicatriz. Me quedo sin palabras.
Revisión por el cirujano
Revisión y foto finish
Fotografiando mientras Jordi distrae al niño
Ángel Tadeo
Aunque parece que la gente se haya vestido de fiesta para venir al
hospital, los complicados ropajes de las etnias
tsotsil y tseltal son su uniforme habitual, tanto dentro como fuera de sus
aldeas. Ellas lucen el pelo, larguísimo y negro como el carbón, trenzado con cintas de colores entre los
cabellos. Las trenzas les llegan más allá de la cintura, y a más de un niño le
sirven como asa para no perderse de su madre.
Los vestidos son muy diferentes, no sé de qué poblaciones son
característicos cada uno. El más lucido por todas, y que personalmente a mí más
me impresiona es el de algunas mujeres tsotsil, que se visten con una enorme
piel de cordero negro sin curtir. Se la enrollan a la cintura a modo de falda y
lo complementan con una especie de corpiño de color apagado. Algunos hombres se
colocan también una piel de cordero, en este caso blanca, que ajustan a la
cintura con un pequeño cinturón.
Es mi cuarto viaje a México, pero de entre todos los anteriores, nunca
había quedado tan impresionada como cuando llegué a Chiapas.
Como en todas las misiones de Operation Smile, empezamos el jueves con dos días de valoración de pacientes.
Cuando llegamos al hospital lo primero que sorprende es que todo está escrito
trilingüe, en español, tsotsil y tseltal (completamente incomprensibles para oídos
europeos). Casi todos los pacientes y padres
van vestidos con las ropas tradicionales,
inclusive los niños pequeños. A la hora de examinarles y hacerles un pequeño
interrogatorio, necesitamos de unos chavales que rondan por la sala, los
traductores. Brazalete azul tsotsil, brazalete rojo tseltal. Las valoraciones
son lentas, pero poco a poco vamos avanzando.
Todos huelen de manera particular, al principio lo percibes de refilón,
pero al rato se convierte en un olor familiar. Leña quemada. Pregunto por qué,
y la respuesta es evidente, ¿Cómo no van a oler así, si cocinan con hogueras
dentro de casa?
Trilingüismo
A veces nos quedamos atascados con algún paciente, las historias que explican
son para no dormir.
Una niña se tapa vergonzosa la boca con la mano, con su labio leporino
primario y sus quince años, prácticamente no ha salido de su casa. No puede ir
a la escuela porque está deformada, así que se dedica a fregar platos desde los
seis años. Nos cuenta que cuando come lo hace contra la pared, así nadie puede
verle la boca.
Casos como el de Rubén, que pese a ser mestizo su piel es
extremadamente blanca, tiene 25 años y tampoco ha ido a la escuela, las poquísimas
veces que sale de su casa lo hace tapado con una mascarilla.
Sin entrar en más reflexiones, es un buen momento para ser consciente
de la injusticia y de que sin duda, la
determinación geográfica marcará nuestras vidas.
El territorio de Chiapas tiene mucho de especial. Marcado por la
presencia de la selva y cuna de la
cultura maya. De tradición agrícola y rural, sus habitantes son indígenas
arraigados con una fuerte personalidad que los diferencia de otras regiones.
Esta zona del país es una de las que más sufre el bajo nivel de desarrollo. Los abusos contra los pueblos indígenas y la
fortísima desigualdad social, generaron un conflicto larvado que salió a la luz el
1 de enero de 1994, con el levantamiento zapatista, que pese a estar parcialmente
silenciado los últimos años, perdura hasta el momento.
Después de las valoraciones y un pequeño respiro el fin de semana, el
lunes comienzan las intervenciones, cinco mesas, cinco niños
por mesa, cinco días de cirugía.
Quitando los que se anulan porque enganchan una
gripe o similar, se operan entre veinte y veinticinco pacientes al día.
Los días se suceden sin demasiados problemas. Los pacientes son
fuertes, pese a que muchos de ellos están algo desnutridos. Durante el día, la
sensación en algunos momentos, es de cadena de producción masiva. Niño entra,
anestesia, cirugía, recuperación, a la planta, y así sucesivamente.
A veces es necesario relajar un poco, dejar de lado el cansancio y la
concentración, obviar que llevas días despertándote a las cinco de la mañana,
olvidarte de las atroces indigestiones y diarreas. Parar la maquinaria y
disfrutar del momento, volver a pensar en la suerte que es poder vivir estas
cosas, aprender de cada lugar y de sus gentes, sentirte por un momento parte de
sus vidas y ellos, parte de la tuya.
Día de ocio
Cocodrilos chiapanecos en el Cañón del Sumidero
Las chicas de Valle
Celebrando Sant Jordi
Así, una semana después, en el postoperatorio, cuando ya se paró la
maquinaria de producción, de maremoto pasamos a
calma chicha, cuando ya ha habido tiempo para asimilar y disfrutar
realmente este proyecto. Ahora sí, plenamente enamorada ya de este lugar, que
incluso antes de venir se dibujaba en mi mente como misterioso, selvático,
rebelde y atractivo, pongo el broche final a la misión. Hasta aquí el trabajo. Ahora
toca empezar a planear el viaje, unas semanas más para poder indagar en la
zona.
Me despido de los niños, las
familias y los compañeros, un último paseo por el hospital, un pequeño momento
de contemplación, y un adiós especial a Angel Tadeo, el niño de mis ojos.